Nadie parecía capaz de detener a Dillinger y a su banda. No existía la cárcel que pudiera retenerlos. Su encanto personal y sus audaces fugas conquistaban a todo el mundo, desde su novia Billie Frechette a los estadounidenses que buscaban un icono para hacerles olvidar sus penalidades. Lo encontraron en el hombre que quitaba el dinero a los bancos que les habían robado. A pesar de que las aventuras de la banda de Dillinger, que luego incluyó al psicópata Baby Face Nelson y al ladrón y secuestrador Alvin Karpis, emocionaban a muchos, J. Edgar Hoover vio en la captura del fuera de la ley una forma de convertir el Bureau of Investigation en lo que hoy es el FBI. Convirtió a Dillinger en el enemigo público nº 1 de Estados Unidos, y mandó a Purvis, el apuesto Clark Gable del FBI, a atraparle. Sin embargo, Dillinger y su banda siempre pudieron con Purvis y sus agentes en salvajes persecuciones y tiroteos. Hasta que apareció un grupo de hombres de la oficina de Dallas y, después de orquestar una serie de sonadas traiciones, como la de la infame Mujer de rojo o la del jefe mafioso de Chicago Frank Nitti, Purvis y sus agentes no fueron capaces de atrapar a su presa.