Insecticidas, licencia para matar

En Europa occidental, desde 1990 ha desaparecido el 75% de la población de invertebrados. El efecto en cascada provoca que ahora todas las cadenas alimentarias estén en peligro: en los ríos escasean los peces, y en los cielos las aves. La culpa la tiene una nueva clase de superinsecticida aparecida en el mercado en los años 90: los neonicotinoides, una concentración química dirigida directamente a las semillas. Diseñados para matar plagas de insectos, se propagan a cada célula de las plantas y terminan matándola. Los insecticidas con neonicotinoides tienen consecuencias catastróficas, como la mortalidad masiva de abejas. La industria, sin embargo, hace todo lo posible para eludir una regulación. Además, la comunidad científica es plenamente consciente de los peligros pero, aún así, estos neurotóxicos se venden como si fueran una receta milagrosa para los agricultores.