La mayoría de las noches los Bucket cenan un tazón de sopa aguada que el joven Charlie comparte con su familia. La suya es una vieja casa destartalada pero está llena de amor. Todas las noches, lo último que Charlie ve desde su ventana es la gran fábrica. Desde hace casi quince años, nadie ha visto entrar o salir de la fábrica a un solo trabajador y sin embargo, se siguen elaborando grandes cantidades de chocolate. Nada haría más feliz a la familia de Charlie que verle ganar, pero tiene muy pocas posibilidades. Una a una se divulgan noticias sobre los niños que encuentran los billetes dorados y la esperanza de Charlie es cada vez más débil. Pero entonces sucede algo maravilloso. Charlie encuentra una moneda y va a la tienda para comprar una delicia Wonka. Ahí, bajo el envoltorio hay un destello dorado. La familia decide que el abuelo Joe debería ser el que acompañe a Charlie en esta aventura irrepetible. Una vez dentro, Charlie se queda deslumbrado por una visión sorprendente tras otra. Willy Wonka es casi tan enigmático como sus extravagantes inventos. No piensa en nada salvo en golosinas, excepto, de vez en cuando, parece estar pensando en algo que sucedió. Uno a uno, tienen problemas que les obligan a abandonar la visita. Cuando sólo queda el pequeño Charlie, Willy revela el premio más fabuloso de todos: las llaves de la fábrica. Lo que nunca espera es que su acto de generosidad le reporte un regalo aún más valioso.