Rico en petróleo y bastante aislado, el estado norteafricano de Wadiya lleva siendo gobernado por Aladeen, antioccidental vehementemente, desde que tenía 6 años. A esa edad fue nombrado Líder Supremo tras la desafortunada muerte de su padre en un accidente de caza, después de ser alcanzado por 97 balas y una granada de mano. Desde que accedió al poder absoluto, el consejero de más confianza de Aladeen es su tío Tamir, quien ejerce de Jefe de la Policía Secreta, de Jefe de Seguridad y de Proveedor de Mujeres. Por desgracia para Aladeen y para sus consejeros, Occidente ha comenzado a meter las narices en los asuntos de Wadiya, y las Naciones Unidas han sancionado repetidas veces al país en la última década. El dictador no va a consentir que un inspector del Consejo de Seguridad entre en sus instalaciones secretas de armamento, pero se ve obligado a ir a la sede de la ONU en Nueva York a solucionar el problema después de que intenten asesinarle. Cuando el general Aladeen, Tamir y su séquito llegan a la ciudad, no son muy bien recibidos, pues la ciudad está repleta de exiliados de Wadiya cuyo mayor deseo es ver a su país libre del despótico régimen del dictador. Pero en la Tierra de la Libertad, les esperan muchas más cosas que unos cuantos expatriados furiosos y algunas sanciones indeseadas.