Hay una franja de tierra de 2,000 kilómetros en la costa suroeste de África donde el abrasador desierto de Namib se encuentra con el gélido Océano Atlántico. Aquí, los elementos básicos de la tierra existen en extremos paradójicos. El Namib, un desierto extremadamente árido, está a menudo envuelto en la niebla creada por la corriente de Benguela, fría y rica en nutrientes. Los lobos marinos y los pingüinos dividen su tiempo entre la orilla arenosa y el agua helada del mar, mientras que el avestruz, el gemsbok y la hiena vagan por las dunas azotadas por el viento. Las ingeniosas adaptaciones a las condiciones extremas de este antiguo desierto permiten que estas y otras criaturas sobrevivan en un Edén llamado Namib.